El dolor se quiebra.
Astillas de vida saltan.
La muerte
enyesada
ya no puede alcanzarme.
Un espacio para que lo que aparece, no desaparezca en la fugacidad.
El vecino del fondo
-ese que nunca barre la vereda-
acuchilló mi árbol
y lo dejó sin brisas.
Ojalá, se enoje la naturaleza
y le tire un rayo a su antena
(así queda más bobo que esos programas que mira).